AUTOBIOGRAFÍA - Estar en los lugares ausente
En esta suerte de días, apabulla estar en los lugares tumultuosos. Apabullan la risa fácil y el ruido. Opto por estar en estos lugares dosificando mi ausencia. Este año más. Este año más que ningún otro. Carecer de lo que se denomina "espíritu navideño" no es otra cosa que abdicar de las razones que nos obligan a la felicidad en días como estos. Abjurar del hoy no es hacerlo del mañana ni de ningún otro día.
Así, mejor mañana empezar de nuevo a estar contento, a estar vigilante ante lo hermosamente venidero y vivificador. Celebro la paz de un día entre semana, de pausar la lectura de un libro para continuar en otra hora. Brindo por los que sé que vendrán y brindo por los que se han ido, que sé que no volverán y se marcharon después de días peores que los que nos esperan. Pensar en lo que se ha perdido reconforta con la idea de su larga compañía. Y así, solo así, se puede celebrar la cotidianidad de un miércoles cualquiera, por ejemplo.
Y si se está de estos lugares ausente... ¿qué lugar me obstino en ocupar? Pienso en las playas donde el sol reverbera con la inusual luz de los veranos lejanos todavía, pienso en los lugares en que las carreteras nos dirigen con la atractiva certeza del destino. Pienso en el azul oceánico en que verdea el horizonte, en la brisa sosegada mientras uno se deleita en la ternura o en el amargor solo permitido de una cerveza helada. Me consta que lugares así existen. Allí descansamos, allí no caben ni el tiempo en los relojes ni esa sensación angustiosa de esperar un adiós con forma y fondo de despedida definitiva.
Y a veces se está ausente sin quererlo. Y a veces lo están otros, inesperadamente o con su pequeña cantidad de certeza que la vida impone como indiscutible e insoslayable. Hay lugares así, y momentos así, en que nosotros no estamos, pero nos esperan pacientes en su tibia fotografía del regreso.
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