martes, 16 de enero de 2007

AUTOBIOGRAFÍA (IX) - Anarquismo y albañilería.


(Fotografía: archivo familiar)

No era cierto que no hubiese sobrevivido a los vendavales del tiempo ni una sola fotografía del abuelo Enrique, como afirmé. Alguien que lo leyó indagó entre los cajones roídos por el tiempo, y encontró esta otra fotografía que ahora se salva, gris humo, del olvido. Y me dijo más: alguien con amor de nieto, de hijo, de esposa (¿quién sabe quién?) la despegó cuidadosamente del carné en que lucía mi abuelo su densísimo bigote decimonónico, casi aristocrático. Y aquel cartón en que figuraban su nombre y su fotografía (apellidos del norte, de cristiano viejo, se decía un siglo atrás) no era otro que el viejo carné de la CNT, posiblemente lanzado, después, al vientre de una estufa para no comprometer.

Fue albañil, como su hijo Jesulín, y su amplia estirpe de hermanos queda tristemente inacabada, porque no todos viven, aunque de ellos sí se hayan preservado fotografías con sonrisas y sorna. Fue maestro de ladrillos y aquella maestría se manifiesta en la plaza de toros de las Ventas, porque en ella, sin ser torero, regó de sudor la arena, construyéndola. Eran los años de la dictadura, pero no los de la reciente, sino otras dictaduras más lejanas (1920, ochenta años atrás), de la que nadie ya se acuerda.

Anarquismo y albañilería. Así podríamos resumir su vida, para quien el esfuerzo de siglos se adhirió a las pieles curtidas de sus hijos. Así, sólo así: abolición, huelga, manifestación y pan. Éstos son los genes heredados, si acaso pasan de padres a hijos y a nietos cosas tales como la libertad o el amor libre. Aunque, sin duda, el talento entre espuertas y llanas, cortafríos y yeso blanco, sí debe transmitirse por la sangre, pese a que quien suscribe esto ni siquiera diferencie el cemento de la grava. Recuérdese: la tierra es para quien la trabaja, aunque la tierra no nos pertenezca. Ni siquiera apenas es nuestra, en ocasiones, la memoria. Libertad, decían los parias industriales, que se llama lo que crece entre en las fábricas de las ciudades moribundas.