AUTOBIOGRAFÍA - La crónica
(Fotografía: Carlos García Laguna)
Sin quererlo uno tiende a veces a
encontrarse triste, abandonado en un mar laboral de zopencos y zopencas
adultos, en ciudades frías y enormes, en rincones sombríos donde la
sensibilidad es una ausencia, como el amor, como el tiempo en su dialogante
tránsito. Y otras, por el contrario, algo nos hace olvidar todo, incluso que un
jueves es día laborable o que las
distancias se dejan de nutrir con el imperativo de los trenes de alta velocidad
(que debería ser horizontal, y no alta).
Eso sentí, que todo fluía en un
tierno vaivén de amigos y caras familiares, nombres que me seducen en recuerdos
o me apetece pronunciar con la suavidad con que se acaricia a un ser querido.
Dejemos estos episodios para las biografías, por tanto. Había extraños también,
pero todos juntos parecían una sola persona, un agradecido amigo colectivo, que
decide acudir en la más calurosa tarde de una primavera recién comenzada a
celebrar la literatura. Así fue la presentación de Los papeles de Madrid, en el inmejorable escenario de la Librería Antonio Machado de Madrid, en el Círculo de Bellas Artes. Estuvo Inma haciendo de anfitriona, y Antonio también. Respaldado, por
consiguiente. Es difícil notar en momentos como estos que existe el tercer
mundo, la desolación atómica o el riesgo de un tsunami.
Se aparca la historia, la vida y
después comienza a encontrarse un atisbo de refugio en los libros, en la
imaginación. Y es una especie de flotar ingrávido lo que uno llega a percibir
en los pies o en la sonrisa de quien decidió acudir al acto más hermoso del que
he sido testigo desde mi propio nacimiento (que, francamente, no recuerdo). No
sé si es posible cambiar el mundo con los libros, con las palabras, con los
amigos. Lo que sí puede conseguirse es cambiar los calendarios, acelerar los
relojes y que todo parezca un sueño.
Mi agradecimiento. No sé cómo
decirlo de otro modo. Millones de agradecimientos a todos los que estuvisteis,
al otro lado también de la mesa y escuchasteis nuestras palabras. Digo bien,
tuve por primera vez conciencia de escritor, aunque el editor hiciera pellas.
Conciencia de escritor al escuchar mis palabras en las palabras de Inma Chacón,
que estuvo generosa dedicándonos su tiempo y leyendo un fragmento de la novela,
que no es otra que la vida que quiero seguir compartiendo con todos los que el
pasado miércoles estuvisteis y/o no estuvisteis por algo inesperado que os lo
impidió. Estáis todos en mi lista de nombres que recordaré, en la precisa
agenda donde anoto los buenos recuerdos.