(Fotografía: África Salces)
Regreso de la Puerta del Sol de Madrid, con la vaga satisfacción de haberlo presenciado con mis propios ojos. En mis treinta y cuatro años de vida, jamás podría haber imaginado presenciar algo parecido: la revolución de un día, de dos días, de tres días, de cinco días. Si uno se deja envolver siente una extraña amalgama de sensaciones. Consignas, destellos, inteligencia, sensibilidad, ironía, dolor, crítica. Es una fulgurante página de la historia comprimida en miradas, en rostros, en manos levantadas, en carteles precarios hechos con la pasión con que solo las grandiosas obras de arte pueden concebirse.
Y gente, miles y miles de personas, pidiendo a los europeos que nos sigan, que no nos hagan decaer, exigiendo a los políticos un solo atisbo de dignidad para no pedirnos el voto, y ejercer el poder democrático con respeto, sin corrupción y sin dobleces. "Demasiados chorizos para tan poco pan", rezaba algún cartel, mientras Mafalda gritaba "¡Basta!", sustituyendo al viejo sol de Andalucía. "Un sol nuevo", "Sol-ución"... Algo tan simple como pedir un parque o más árboles ha hecho retemblar los indecorosos cimientos de los bancos y las viejas hipocresías de los que siempre contaron nuestros billetes como si fueran suyos.
Jamás pensé oír en tantas voces juntas que el pueblo unido jamás será vencido. Tiene un eco arcaico que hace estremecer. La honestidad acumulada tomando Sol. Mientras los poderosos, imagino, gesticulan mudos e incrédulos sus vulgares vergüenzas. Pienso en los corruptos, en las mafias sigilosas que diseñan paquetes hipotecarios o estrategias de masturbación mercadotécnica. Mientras el pueblo español, desde ese inmenso espacio que es la Puerta del Sol, convoca la conciencia cívica de quienes quieren más democracia, mejor política y soluciones. Ciento setenta ciudades de todo el mundo miran hacia la Calle de Alcalá, bajo el lila primaveral de un cielo teñido de poesía crepuscular. "Si cae España, digo, es un decir, si cae...", me resuena en la cabeza Vallejo con la fuerza furibunda de la razón, del temor por un futuro sin futuro.
Como pocas veces me siento feliz de ver que somos capaces de exigir dignidad a los indignos. ¿Dónde estarán los constructores, los corruptos, los estafadores, los trileros de la política, los hijos de Botín, Esperanza Aguirre, el ministro de Hacienda, Gallardón y la comparsa de farsantes con maletín y traje que les corean y financian sus mítines? ¿Dónde la quimera obscena de los inversores y contrabandistas del FMI? El mundo mira a España que, como un girasol inmenso, hace girar el mundo. Quizás solo mañana podamos soñar con que es solo el principio.
(A David, a quien le prometí dedicarle un post¨)