miércoles, 21 de agosto de 2013


AUTOBIOGRAFÍA - Regreso del invierno



Como siempre los viajes forman parte de las autobiografías, y muchos viajes no resultan ser a lugares, sino también a tiempos diferentes, o a estaciones del año que no están en los mapas, y que no se encuentran en los grandes paneles informativos de los aeropuertos. Por eso, porque se viaja a las estaciones del año también, yo he regresado del invierno, cruzando el mar, desde latitudes que ni se sospechan desde las calles de mi barrio. Y siempre el mar, esta vez gris, con niebla, abierto y diferente al de las playas repletas de gente: para los animales de ciudad sin mar, como yo, como la mía, el mar siempre es un naufragio de misterios, tiene ese poder ensoñador que a la gente de tierra adentro le hace alimentar fantasías. Ocurre con los barcos, cuyo poder evocador nos lleva también lejos, a paisajes inexplorados y a otras épocas, mucho más que los trenes o los modernos aviones. Los barcos siempre son el refugio de la imaginación.


Y cuando uno regresa del mar del Norte, o de una fantasía alimentada en barco, o desde lejanos bosques donde el verano no existe, uno vuelve a las cotidianas temperaturas, a los influjos tristes de las pequeñas traiciones cotidianas, a la velocidad de un regreso inminente al trabajo, a la sospecha de los buzones con facturas y a la ciudad sin mar que espera a terminar su verano como si fuera un mal recuerdo, que tamizarán las primeras hojas caídas de un futuro y repentino septiembre.

Lo que espera en los regresos siempre suele ser lo mismo, lo que se dejó apartado y lo que se quiso dejar de lado al menos unos días. Siempre se queda pendiente un algo de importancia relativa que uno debe afrontar con la pereza de una siesta. Los reencuentros con la realidad infructuosa o con la familia o los amigos. Cada final de verano es un comienzo incierto: a qué regreso, cómo estará todo cuando vuelva, qué habrá cambiado de lugar en el mapa de mi vida.

Y uno llega a comprobar que poco es lo que ha mudado su estado: tu calle, tu casa, lo que creíste que desaparecería, lo que no pensaste en volver a encontrar. Casi todo sigue igual después de tu viaje al invierno, incluso el verano.