Cuando apenas quedan algunas horas para que mi tercera novela, Un hombre detrás de la lluvia, pueda verse por las librerías, no puedo menos que pensar en el tiempo que ha pasado desde que comencé a escribirla. Siento un temor que va más allá de que le guste o no a los lectores, y que consiste básicamente en saber si sigo reconociéndome en ella.
Al convertirse en libro una historia que ha salido del teclado de tu ordenador, deja de ser tuya por cuanto cada lector se apropia de ella. Y por cuanto todas las historias, insisto, nunca terminan de pertenecernos del todo. Ahora llega el momento de empezar a explicar qué es verdad y qué es mentira en esas páginas, y en qué proporción la ficción y la realidad se han ido entrelazando para construir con autenticidad esta narración que la editorial Algón ha convertido en libro, prestándome (como otros nos prestan sus propias historias) la oportunidad de que llegue a los lectores.
Cuando descubro al personaje que da vida a la novela, llega hasta mí por puro azar. El viejo Oswaldo existe, su protagonista, y existe porque a través de él doy con la historia que él me cuenta para que yo dé forma de novela a su biografía. Él y yo somos, por tanto, protagonistas de este libro. Ambos nos movemos en los límites de la ficción porque escribimos los dos de nosotros mismos. Y a veces, los dos somos uno mismo: coexistimos en esa indefinición que suelen llamar imaginación. Cada uno a su modo siente que ocupa un espacio concreto en el mundo. Cada cual tiene su propia forma de comprenderlo y cada cual interpreta el papel que desempeña en las vidas que no nos pertenecen.
Siempre que escribo lo hago para reflexionar y para hacer reflexionar. Sonaría grandilocuente si dijera que escribo del poder, la libertad o el amor, intentando absurdamente teorizar sobre esos tres pilares de la existencia humana. Utilizo como excusa la historia convencional, la académica, pero no pretendo teorizar sobre esta tampoco. Cuento esta historia para hablar simplemente de cómo las vidas se sujetan a estos principios de amar, ejercer el poder y la libertad, intentando que entre estos se produzcan las tensiones necesarias para que el argumento resulte interesante. Las conclusiones deberían sacarlas los lectores con sus correspondientes implicaciones: los límites de la libertad, las fronteras de lo que es real y lo que es ficción y, como en mis anteriores novelas, averiguar qué es lo que crea las fricciones entre el individuo y la historia para que se libere la energía de la literatura.
Queda poco para saber quién es este hombre que espera detrás de la lluvia. Y queda poco para saber a quién espera ese hombre. Todos esperamos algo sin saber muy bien qué es, como le ocurre al protagonista de esta novela. Y todos podemos ser también los esperados. Que Luis Quiñones, en esta ocasión, sea también el protagonista de mi propio relato, es anecdótico. Cualquiera puede ser yo mismo y cualquiera puede ser quien, queriéndolo o apenas sin darse cuenta, modifique el devenir de los acontecimientos estableciendo una fractura mínima, que pueda llegar a ser una paradoja en la infinita línea del tiempo.
Queda poco para saber quién es este hombre que espera detrás de la lluvia. Y queda poco para saber a quién espera ese hombre. Todos esperamos algo sin saber muy bien qué es, como le ocurre al protagonista de esta novela. Y todos podemos ser también los esperados. Que Luis Quiñones, en esta ocasión, sea también el protagonista de mi propio relato, es anecdótico. Cualquiera puede ser yo mismo y cualquiera puede ser quien, queriéndolo o apenas sin darse cuenta, modifique el devenir de los acontecimientos estableciendo una fractura mínima, que pueda llegar a ser una paradoja en la infinita línea del tiempo.
1 comentario:
Que tal Luis como se esta dando este ? Tiene book trailer en youtube ?
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