lunes, 3 de marzo de 2025

AUTOBIOGRAFÍA - Primavera



Todos estamos necesitados de la primavera, más allá de la mera abstracción que suele ser. Y no buscamos en ella ni sonetos, ni versos pastoriles, sino que se calme el frío, que los días empiecen a notarse más largos, que las tardes prolonguen sus silencios de siestas hasta más allá de las siete, que es la hora en la que empieza a declinar el día. 

Todos buscamos, a nuestro modo, una primavera. Esta que está en ciernes es la de todos los años, la que nos recuerda que se renace, que los árboles se visten de amarillo o de blancos, acacias mimosas y almendros, que inundan el aire con su suave aroma. La primavera no es más que una esperanza más; la esperanza del verano, del calor que se ahuyenta solamente bajando las persianas, y que nos recuerdan el invisible canto de los pájaros que, con las primeras temperaturas suaves, brotan como un torbellino musical que todo parece llenarlo. La lluvia es la primavera, ocupando con su olor húmedo los espacios en que el alma se ensancha, se olvidan las obligaciones cotidianas y se mueren de aburrimiento los domingos, junto al fuego. O los lunes, si acaso pudiéramos el primer día de la semana dar esquinazo al rumor perezoso del trabajo, del atasco urbano y de los sonidos broncos de las ciudades cuando se levantan aún con el último sueño adherido en los párpados. 

Todos estamos atentos a la llegada de la primavera y todos buscamos un rayo de sol tibio que nos sumerja en el ensueño del calor veraniego, aún lejano y distraído. Y así como nos morimos por que vengan los días cálidos, nos despertamos en medio de la maraña cotidiana que nos haría insoportable la vida, si no existiera el proyecto lejano de una primavera cercana que aventuran los días un poco más largos y las temperaturas más llevaderas, y los paseos menos ensimismados que cuando los abrigos nos encierran en nosotros mismos para ahuyentar el oprobio del frío.    


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