viernes, 10 de abril de 2009

AUTOBIOGRAFÍA (XLVIII) - La recova


(fotografía: África Salces)
...
Resulta que, a veces, el tiempo da la impresión de que se paraliza, de que se queda anclado en un extraño vaivén de solo ida; y, sin embargo, es precisamente entonces cuando uno se da cuenta de lo deprisa que ha corrido, de cómo sin apenas darnos cuenta se ha ido volando una vez más, y quedan, igual que un rastro invisible, las cosas que no se han hecho, esparcidas por la cuneta de lo que ya no va a volver.

Algo así me ha pasado con este blog, con estos últimos meses en que nos ha zarandeado la mala suerte, y que no tiene otra solución, como me dijo mi amigo Carlos, que ponerse a construir. Construir en los tiempos en que los miserables que hacían viviendas a precios desorbitados empiezan a contar los pocos billetes que les quedan en la cartera. Pero nosotros, como respuesta a la indignidad, no hemos hecho un bloque de apartamentos, sino adecentar una cueva inhóspita en el centro de Madrid y convertirla en tienda, en proyecto, en ilusión, en futuro inmediato. Y con esa filosofía ha nacido La recova. Queríamos poner orden al desaguisado funesto de esos bandidos que nos han quitado el sueño (prometí dar los nombres de esta gentuza). Buenas nuevas en pos de la justicia: les embargarán y, aunque nunca cobrará esa muchacha de la que se han aprovechado miserablemente y sin dignidad, cuando se cruzan con nosotros tienen que dirigir sus ojos llenos de ponzoña hacia el suelo, como si fueran perros que olisquean el orín que otros han ido dejando en las esquinas. De eso han vivido: de meados, en fin, de mierda. Y puesto que lo igual tiende a acercarse desde antiguo, es posible que la justicia tenga un día que buscarlos entre los vertederos que ellos mismos fueron diciendo que construían.

Pero vuelvo a lo digno: a lo lejanamente digno que nos llega como la herencia de todo lo que somos. La recova es el nombre que hemos tomado prestado. Paca la Recovera era la abuela anciana de esta fotografía, que se ganaba el sustento vendiendo huevos de puerta en puerta, de ahí su sobrenombre. Aquí posa con su hijo Pruden, y viéndola ocurre igual que cada vez que se detiene el tiempo. De “recova” dice la RAE: “Lugar público en que se venden las gallinas y demás aves domésticas”. Y dicho sea de paso: Galdós corroboró la existencia de esta palabra en desuso hablando de las recovas del viejo Madrid, en las que Fortunata un día conoció al tal Juanito aquel del que se enamoró y que resultó ser buen pájaro. Y, la verdad, si de algo sabemos últimamente es de pájaros, o sea, de ladrones.

Quedáis invitados. Quedáis con el mismo cariño que todos nos habéis transmitido y que no sabremos si algún día podremos devolver. Y quedáis informados de los difusos porqués que nos han movido, pero que también han aparcado a las musas en zona de carga y descarga, aunque no se las terminase de llevar la grúa.