viernes, 31 de mayo de 2013

AUTOBIOGRAFÍA - Una imagen o mil palabras

Para cualquiera que ame las palabras sobran las imágenes, aunque siempre las palabras han tenido una relación extraña con las fotografías: o al menos así lo siento yo. Conviven, a veces, con esa delicada docilidad con que los hombres adiestran a sus perros, los humanizan. Los escritores, a su modo, también lo hacen así: buscan imágenes con palabras, las pintan, y después por si hubiera duda buscan las fotografías para terminar el círculo de la literatura, que empieza casi siempre con un pronombre y termina casi siempre también con un retrato antiguo que la memoria tiende a valorar como único entre todos los retratos. 

Por eso, porque amo las palabras casi tanto como las imágenes no he querido comenzar este post con una fotografía ilustrativa. Primero, son las palabras, después los viejos daguerrotipos. Y así está ocurriendo con Los papeles de Madrid: al comienzo fueron las palabras y después vino el booktrailer, en esta era digital, informática y técnica a la que ya casi nadie escapa. No me seduce más un paisaje que el relato que pueda hacer de él un hombre. Andan en un mismo pasillo ambas cosas, estrecho, en el que casi se rozan, si el poeta que lo describe busca una metáfora lúcida, o un símil atrevido: los árboles son como los delgados sonidos de los pájaros o un azulado beso hace mover los espesos trigales del mediodía. Quién sabe qué puede ser más gozoso en el fondo: mirar anaranjándose un Madrid de tejados terrosos, ¿te acuerdas?, o un endecasílabo sutil del XVII. 

El caso es que aquí dejo para mis amigos una sucesión de imágenes que resumen esta novela que me desvela aún (sin rima) y que en una semana andará por librerías o vaya usté a saber por qué andurriales.