sábado, 12 de abril de 2014

AUTOBIOGRAFÍA - La crónica


(Fotografía: Carlos García Laguna)

Sin quererlo uno tiende a veces a encontrarse triste, abandonado en un mar laboral de zopencos y zopencas adultos, en ciudades frías y enormes, en rincones sombríos donde la sensibilidad es una ausencia, como el amor, como el tiempo en su dialogante tránsito. Y otras, por el contrario, algo nos hace olvidar todo, incluso que un jueves es día laborable  o que las distancias se dejan de nutrir con el imperativo de los trenes de alta velocidad (que debería ser horizontal, y no alta).

Eso sentí, que todo fluía en un tierno vaivén de amigos y caras familiares, nombres que me seducen en recuerdos o me apetece pronunciar con la suavidad con que se acaricia a un ser querido. Dejemos estos episodios para las biografías, por tanto. Había extraños también, pero todos juntos parecían una sola persona, un agradecido amigo colectivo, que decide acudir en la más calurosa tarde de una primavera recién comenzada a celebrar la literatura. Así fue la presentación de Los papeles de Madrid, en el inmejorable escenario de la Librería Antonio Machado de Madrid, en el Círculo de Bellas Artes. Estuvo Inma haciendo de anfitriona, y Antonio también. Respaldado, por consiguiente. Es difícil notar en momentos como estos que existe el tercer mundo, la desolación atómica o el riesgo de un tsunami.

Se aparca la historia, la vida y después comienza a encontrarse un atisbo de refugio en los libros, en la imaginación. Y es una especie de flotar ingrávido lo que uno llega a percibir en los pies o en la sonrisa de quien decidió acudir al acto más hermoso del que he sido testigo desde mi propio nacimiento (que, francamente, no recuerdo). No sé si es posible cambiar el mundo con los libros, con las palabras, con los amigos. Lo que sí puede conseguirse es cambiar los calendarios, acelerar los relojes y que todo parezca un sueño.

Mi agradecimiento. No sé cómo decirlo de otro modo. Millones de agradecimientos a todos los que estuvisteis, al otro lado también de la mesa y escuchasteis nuestras palabras. Digo bien, tuve por primera vez conciencia de escritor, aunque el editor hiciera pellas. Conciencia de escritor al escuchar mis palabras en las palabras de Inma Chacón, que estuvo generosa dedicándonos su tiempo y leyendo un fragmento de la novela, que no es otra que la vida que quiero seguir compartiendo con todos los que el pasado miércoles estuvisteis y/o no estuvisteis por algo inesperado que os lo impidió. Estáis todos en mi lista de nombres que recordaré, en la precisa agenda donde anoto los buenos recuerdos.