jueves, 17 de abril de 2008

AUTOBIOGRAFÍA (LII) - La huelga y los buenos.


(fotografía: archivo familiar Valle Bascón)

No es la primera vez que en esta bitácora aparecen muchachitos y muchachitas retratados a las puertas de sus escuelas, con esa extraña dignidad que acarrean consigo las necesidades y la pobreza de los colegios agrietados de hace setenta años o más. Demasiada dignidad que no sabrá observar quien considere que solo hay dos clases de hombres, los que dirigen y tienen brillantes ideas y los que solo sabemos acatar órdenes. Supongo que en esta simple clasificación ocuparon el segundo lugar estas pobres niñas pobres de las que somos nietos, y por genética, nietos que tienen como único cometido un obedecer sin voz, cabizbajo y sumiso.

Y el asunto es básicamente una cuestión de dignidad: cualidad abstracta que puede también captarse en estos antiguos daguerrotipos, extraídos como tantos otros de los cajones donde reposa la memoria. Y también el asunto es básicamente memoria. En realidad, ambas cosas son, como algunos mandamientos, resumibles en una sola. O en varias, pero resumibles. Supongo que es también, por aquella estúpida clasificación, por lo que el estúpido suele además no arrugarse de vergüenza al pronunciar tales cosas en público. Pero eso es otro asunto que un día trataré largo y tendido (asuntos del Rastro).

Traigo aquí esta fotografía, porque en las biografías igual que los recuerdos, los sufrimientos y miserias no vividos hacen el acopio necesario de lo que estimula y vivifica a los dignos: aunque no tengamos trabajo, aunque vivamos en soluciones habitacionales, o se empecinen unos pocos en quitar a nuestros hijos (los que no tenemos o tendremos) lo que les corresponde. Por pura herencia, igual que pertenecemos a la maldita estirpe de los que están obligados a acatar, tenemos en régimen de usufructo la cualidad de lo digno. Es tan importante hacer la revolución como saber que se escribe con uve. Sin uves no hay dignidad, dicho sea de paso.

Y por estas y otras razones haré huelga el próximo día 7 de mayo (tomen nota quienes decidan organizarse la agenda con mi ausencia y ahorrarse algunos euros). Haré huelga porque debo lo que debo a mi conciencia, que es el único prestamista que no practica la usura. En ese deporte están ganando los que piensan que los hijos de albañiles deben serlo de mayores, como sus padres (¿quién si no les construirá sus chalés y cargará con sus pianos?). No les basta con explotar a los que vienen de fuera: siempre fue mejor contar con la miseria de la misma patria, no vaya a ser que les hagamos la competencia del talento.

Y terminaría así si esto fuera una carta de amor: querida mía, sabes que la brusquedad adinerada, el rebuzno del talonario y la insuficiencia prostática de los acaudalados constructores que no construyen, no podrán hacernos nunca olvidar que estas fotografías nos han dejado el legado de la dignidad que, como siempre, diferencia a los buenos.