miércoles, 27 de junio de 2018

AUTOBIOGRAFÍA - "El último invierno"



Ese es el título que he elegido para la que espero sea mi próxima novela. En busca de erratas y en busca de quien decida publicar este libro, pienso en el último invierno. Algo de autobiografía, del barrio en el que me crié y en el que descubrí mucho de cuanto hoy me construye como ciudadano, está en este libro. Mitad ficción, mitad naturaleza muerta, como un retrato estático, que recorre mi biografía con las historias encadenadas en las narraciones escuchadas desde siempre. Así, casi podría decir que El último invierno me escribe a mí en la misma proporción en que yo a él.  

Desde la ficción y desde la verdad, amarradas como en un sueño, la crónica de un tiempo que explica nuestro presente, la ficción del novelista y las memorias, lo íntimo y más personal que arrastra cada uno de nosotros, se vuelcan en estas casi cuatrocientas páginas que me han acompañado en los últimos tres años de mi vida. Abandonado todo durante algún tiempo, vuelvo al teclado del ordenador para contar mi historia y la historia de todos aquellos que estuvieron antes que yo, para relatar cómo igual que crecen las ciudades hacia el este, hacia sus suburbios, se diseñan metódicas y bien estudiadas las democracias con los apellidos de viejos dictadores. Dos puntos: nací en enero de 1977, cuando un comando ultra accede al despacho laboralista de Atocha. Y en aquel invierno se encuentran estos personajes, tan reales como yo mismo, tan ficticios como la historia que alguien se empeñó en escribir para ellos. 

Aquí está, como el resultado del que siempre dudo después de escribir "fin" en la última de sus páginas. El ritual de cerrar una puerta o correr las cortinas antes de salir hacia un largo viaje. Tropecé entre los baches del camino. Medité mientras me recuperaba de las viejas heridas del pasado y del presente. Volví a la vida cotidiana y a las noches en vela. A transgredir el ritmo del trabajo y del sueño para terminar de cerrar este círculo de palabras que me llevan desde el ayer hasta el ayer mismo. Sus errores son los míos. Sus viejas cicatrices son las del último invierno. Parece que fue hace solo días, me dicen, pero ya hace más de cuarenta años que esta novela se piensa a sí misma, y viene desde un sitio muy lejano. 

Si no hay amor, no hay literatura. Es la novela que nunca escribiré, pensaba. Para que nada de lo que cuente quede emborronado por la ficción. Es novela porque así lo quise, pero es auténtica porque también las novelas pueden escribirse desde la propia realidad, desde lo amado, lo vivido o falsamente recordado por nuestros abuelos. Cada uno de vosotros, los que de vez en cuando leéis esta bitácora estáis en este libro: las calles, las gentes, las historias con las que me crucé y las últimas canciones de los bares que he ido cerrando sin quererlo. Releyéndola empieza otra vez su escritura. Y ese camino estoy, buscando el error que cometí al pensar que mi historia, simplemente, se podía escribir, y la nuestra y la historia de los que nunca llegamos a conocer, y si acaso sospechamos que algún día existieron. Busco una dedicatoria, y no la encuentro, salvo un parco "a vosotros" o un "a los míos", que dejaré hasta el final de este largo viaje que emprendí mucho más allá del último invierno.