miércoles, 20 de julio de 2011

AUTOBIOGRAFÍA (XLVI) - La educación, según San Mateo





Siempre la educación, desde aquella vieja escuela de fotografías en blanco y negro, hasta la escuela de hoy, ha formado parte de esta autobiografía, que no puede pasar de referirse a algunos hechos que últimamente perturban la paz de los veranos, y marcan un paréntesis en la literatura, que siempre vuelve.


Y una vez más hay que denunciar un abuso, o varios. De nuevo la Comunidad de Madrid, ya saben, intenta azotar la Enseñanza Pública con el látigo del liberalismo de siempre: el de convertir a los institutos públicos en lugares para la beneficencia, las ruinas del sistema ejemplar y modelo que fueron para una generación de españoles de mi edad que se educaron en ellos. Es una clara agresión, no solo a los derechos del colectivo de profesores, sino también al sector público, tan maltratado por algunos medios de comunicación y tan denostado por esa parte de la sociedad que no entiende que los funcionarios son servidores públicos. Y como siempre también serán los más débiles los que sufran esas consecuencias.


Más alumnos por aula, incremento en el horario escolar, tres mil profesores menos en todo Madrid, eliminación de las tutorías, más de mil profesores en expectativa de destino sin saber dónde trabajarán el curso próximo… Y un sinfín de palos en los lomos del manso burro de los desfavorecidos de siempre. Este es el modelo social de Esperanza Aguirre, que a nadie le pille por sorpresa: privatizar, refundar: dos profesoras sin oposición se incorporarán en el I.E.S Villablanca, amparadas por una fundación privada patrocinada por Botín. Estaría muy bien que volvieran las monjas de hábito y rosario.


Esta es la Esperanza Aguirre y la Lucía Figar que se quitan la máscara centrista para enseñarnos los roñosos dientes de la derecha que se remanga la camisa (azul). El colectivo de profesores, los padres y nuestros propios alumnos (la sociedad entera) no debe tolerar este camino hacia la refundación del sector público que lleva al paro a muchos, agolpa a los niños y malinterpreta lo que es de todos para convertirlo en lo que es de esos pobres miserables. Garantizan la educación, dicen, pero habría que plantearse de qué modo.


El pasado miércoles una reunión de directores de institutos públicos de la Comunidad de Madrid pasó de largo sobre este problema, cuando podría haber sido ejemplar: algunos centros perderán hasta cuarenta profesores y en otros les obligarán a dar asignaturas que no son las de su especialidad, si no quieren engrosar las listas del paro o cobrar por media jornada (900 euros). Ni un solo director tuvo el coraje de dimitir, ni instar a que todos dimitieran, negándose a comenzar el curso con una batería de medidas tan desmedidas. Si todos hubieran dimitido en pleno, junto con sus equipos directivos (adjuntos, jefes de estudio y administradores) hubieran forzado dar marcha atrás al gobierno de la dama de hierro madrileña, la lideresa del gürtel. Supongo que estarían más preocupados de seguir apoltronados (muchos, no todos) en los tronos de sus minirreinos, casi todo ellos puestos a dedo por la misma administración, que a ellos no les ha incrementado su horario lectivo. Y es que hasta en los maltratos, hay víctimas de primera y de segunda: ya les subieron el sueldo un 15% antes de que se lo bajaran como a todo hijo de vecino un 7%. Pero callan y no tienen el valor de poner sus puestos al servicio para el que fueron concebidos: mejorar la enseñanza.


Las protestas pueden ser enérgicas o incluso atómicas: pero las cosas se afrontan con dignidad y con hechos más que con insulsa palabrería. Pero claro, es que también hay maltratadores de segunda. Y mientras esto ocurre, la prole de los profes debate sobre cómo hacer huelga o si no hacerla. Está claro que deberíamos parar los primeros diez días de septiembre: el caos que produciríamos captaría toda la atención mediática; pero cómo ocurrirá algo así se estamos nutridos del miedo. Pobres niños que no tendrán exámenes, pobres padres que no sabrán qué hacer con los niños, que no deben pagar las consecuencias de nuestras reivindicaciones. Será imbécil cuanto menos quien piense que esta huelga es solo por nosotros; al contrario, es para garantizar el futuro de nuestros propios alumnos a los que, cobremos más o menos, nos hemos dedicado con las mismas fuerzas.


Concluyo: véase la zafia derecha analfabeta, solo docta en mercados y en aconsejar a los suyos: mientras joden nuestro sistema público, nuestros colegios, que son de todos los madrileños y españoles, preparan con fruición monjil el hecho de que se abran este agosto, por orden de la Consejera de Educación para que los peregrinos duerman a cubierto, 600 en toda la Comunidad de Madrid. Ocupemos los centros esos días para explicarle al Papa que si el niño Jesús hubiera nacido en Madrid, hubiera tenido que pagar por el pesebre y su padre putativo, un suplemento por estacionar la mula. Esta es la soberbia de los votos. Y este, el daño irreparable que nos hacen.

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