viernes, 9 de septiembre de 2011





AUTOBIOGRAFÍA (XLIX) - Maurice Guilleau






(fotografía: archivo familiar)




No se pueden escapar de la memoria, ni tampoco de la historia, algunas fotografías, y así le ocurre a esta: tan llena de literatura y de vida, como de autobiografía. Rescatada como tantas otras de un polvoriento cajón con recortes de antiguos periódicos y otras fotos, está poblada por las pequeñas manchas de óxido que ha dejado el tiempo sobre sus blancos y negros. Y a pesar de eso, de que el devenir de los años la ha estropeado en parte, conserva viva el espíritu con que su protagonista, Maurice Guilleau, se la hizo un indeterminado día de 1932, en un estudio fotográfico de Berlín, según reza en su envés.



Posterior en el tiempo es su dedicatoria: "Siempre tuyo. M. Guilleau", tras la cual este hombre la rubrica con una lazada de corte aristocrático. Pero, ¿quién es? Solo se sabe que es el único retrato del que se tiene constancia, y que llegó a Madrid, con una pequeña maleta de cuero marrón, en el expreso de Barcelona, durante el todavía caluroso otoño de 1936. En las Navidades de ese año, desaparece de Madrid, donde residió hasta que la historia le obligó a irse. El retratado no tiene identidad, se le pierde en la demora de sus silencios: calla para salvarse, y escasas son las fuentes que lo aluden sin ser del todo ciertos sus detalles. Trató con el ministro Galarza, con el espía ruso Orlov, quien vendiera el famoso oro de Moscú, y con Schlayer, al que llamaron Schindler español.



De su vida anterior nada es concreto: todo se emborrona entre sus propios recuerdos como matiza sus rasgos la neblina del tiempo sobre el retrato. Su memoria, sin embargo, hierve en imágenes baldías: la casa familiar de Ginebra, donde nació, la de su vida en Berlín, sus cafés, sus viajes por toda Europa en los que confunde nombres de estaciones de tren y habitaciones de hotel compartidas solo por amantes accidentales.



A quien le dedicara el retrato merece capítulo aparte. Era española, perdida como él entre las brumas del tiempo. Su nombre se pierde entre archivos policiales como lo que, tal vez, nunca fuese: siempre suya, con el indicio inexacto de que la literatura viene a completar lo que de las biografías se desconoce.



6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Maurice fue familiar tuyo? ¿Se trata de un cuento? Nos intrigas...
Es sorprendente esta vuelta a los inicios de tu blog, te felicito por este precioso post.
Pero parece que tus seguidores no se manifiestan si no hay polémica en lo que escribes.
Besos, Caco :)

Pruden dijo...

Los seguidores es que somos unos cotillas, Caco, pero fieles seguidores del buen hacer de este escritor de Vicálvaro que se vino a vivir a Lavapiés, y no en un Chagal, como aquella poeta de provincias, sino por el camino de san Fernando

Anónimo dijo...

Nos tienes es ascuas. Pero esperaremos pacientemente, pues la buena literatura no sabe de prisas (como la educación no debería saber de recortes). Un saludo ;)

Mario

Pilarin dijo...

a mí me recuerda a Sophie...al leerlo me he recordado leyendo el libro hace taaaanto!!!! es lo nuevo que estás escribiendo?? me encantaría!!!

Pruden dijo...

¡Ay Pilarín Pilarín! ¿Qué te ha dado en la nariz!

Pilarin dijo...

ns/ns