domingo, 20 de septiembre de 2009

AUTOBIOGRAFÍA (L) - La belleza artificial
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(Fotografía: África Salces)

Se regresa de las ciudades que uno conoce por primera vez con la vaga sensación del sueño, como si un resorte onírico se activase para protegernos de la realidad que durante unos días se vive. Es entonces cuando se corre el peligro de olvidar ese reconocible lado del espejo en el que nos movemos. Y como una contraindicación médica o un efecto secundario, pensamos en lo transcurrido como si en verdad no hubiera sucedido jamás. Pero Nueva York sigue ahí, junto al mar que desde Brooklyn hace titilar las luces encendidas de la ciudad en el doble reflejo del acero y el agua entremezclados. Algo así, inconsciente pero demoledor, le ocurriría a Lorca cuando vio la Séptima Avenida, o el Empire, allá por 1931, cuando se rascaba el cielo con la prepotencia de aquel otro boom inmobiliario que explotaría con aquel edificio a medio construir.

Y después, al despertar, se revive el ruido, el tráfico, el bullicioso movimiento de Wall Street, o el serpenteante y abarrotado ir y venir en Times Square, encendida como una enorme bombilla imposible que no teme al cambio climático. Al regresar a Madrid todo se aminora, se vuelve estrecho y minúsculo: en resumen, se termina de ver el cielo sin tener que levantar demasiado la cabeza. Cada día era el imposible día de un sueño rodeado de gente, de olores que se consumían a ritmo de semáforo y taxi, del suburbano y del reloj premeditadamente acelerado de aquellas vidas lejanas y multicolores.

Es bueno saber dónde vive el enemigo: pasaportes, controles sucesivos, el temor a no se sabe qué. Qué débiles nos hace la sospecha; se rinden naciones inmensas ante solo una. Es bueno saberlo para saber también lo pequeño que somos en comparación con lo que creemos. Parecería imposible, dicho así, que hubiese ciudades tan inmensas, tan lejanamente construidas. Como si los últimos exploradores de la historia se hubieran cansado de caminar y allí donde más fatiga notaron hubieran dicho “este es el lugar” y hubieran comenzado un frenesí de neones, tiendas, grandes almacenes, bares y museos. Se olvidaron de los contratos de los camareros que viven solo de las propinas: allí plantaron el liberalismo también, junto al Washington Memorial, en la misma manzana en la que, como decía Javi, un solo telefonazo hace que te suba el euríbor, en el mejor de los casos, o se hunda una nación entera en el sur del mundo.

Resulta casi imposible tanta belleza artificial. Y es en este punto cuando uno siente el resorte de lo soñado, el despertar somnoliento al trabajo y a la agonía necesaria de la rutina. Tal vez haya sido hoy cuando haya despertado del sueño, y puesto que debía seguir regresando, cómo no lo iba a hacer aquí, en este espacio, que esperó todo el tiempo que estuve ausente, a ocho mil kilómetros en medio de aquel lugar en el que se decide el destino, y uno puede perderse tan rápido como encontrarse solo.




22 comentarios:

Anónimo dijo...

Bienvenido, joder cuánto tiempo, te añorábamos... Un buen calificativo el de belleza artificial pero yo añadiría aquello de impresionar para imponerse. O algo así. Es una potencia que continuamente se tiene que hacer sentir y eso te envvuelve en un ambiente ciertamente ensoñador. A mi también me costó despertarme pero la realidad no está en Nueva York porque aquello es un escenario, un autentico montaje.
Un abrazo. Manuel

Anónimo dijo...

Celebro tu regreso, Luis, porque pensé que nos ibas a dejar con la "defensa de la alegría" que te inspiró el bueno de Benedetti. Y celebro también que el título de tu entrada nueva me ha esculcado en la memoria, ¿o será solo el recuerdo?, un decimonónimo soneto cuyo autor olvidé más que gocé en mis inicios de lector de poesía. Terminaba así el soneto que describía a una hermosa mujer que resplandecía por sus muchos mejunjes: "!Lástima grande / que no sea verdad tanta belleza!"

Ante el esplendor o la grandeza de Nueva York, un poeta de mi pueblo que murió allí exiliado, carcomido el hombre por la nostalgia de su pueblo pequeño escribió, entre otras, esta letrilla:

"Después de tanta bambolla
la Quinta Avenida para
entre cerros y matojos
como la Calleja el Agua".

Se entiende que la Calle del Agua era entonces, cuando la Guerra, una callecilla de casuchas que se acababa en el campo, como casi todas las de los pueblos pequeños. Pero motivado hombre, llamado Eloy Vaquero, por equiparar Montalbán con la capital del imperio evocó:

"Ayer se me apareció
mi casita la del pueblo
al entrar en Nueva York".

O sea que no se dejaba impresionar por tan poca cosa como un montón de edificios amontonaos.

Bienvuelto y salud

Luis Quiñones Cervantes dijo...

Gracias por vuestra espera, siempre amigos. Os mando los abrazos vivos y medio dormidos de quien tienen que mañana trabajar.

Carlosgus dijo...

Me alegro yo también Luís de reencontrarme contigo a través de este medio. Me hubiera encantado haberte acompañado en ese paseo por la gran "manaza"

Besos

Ester dijo...

Mira Luís, que hemos viajado por diferentes ciudades pero creo que ésta, Nueva York, es la que más impacta e impresiona, parece Matrix. Sin embargo, lo guay es poder ir con buenos amigos que te divierten, entre otras cosas, esas horas largas de vuelo, aunque lo que no tiene parangón es que ese amigo, a la vuelta, escriba algo así sobre tu viaje a Nueva York, que no olvides Luís hay que repetir cuando estemos jubiletas.

Carmen dijo...

Querido Luis:
Quizá nos cruzamos en Times Square, quizá nos vimos en Central Park, quizá nos sentamos al lado en “Miss Liberty” o nos abandonamos juntos a la soledad de Hopper y al abismo de Rodchenko, aunque no nos reconocimos, porque ni siquiera nos miramos. Cuánto se ve y qué poco se mira en Nueva York. Y yo, que dejaba atrás días de flâneuse en Boston, quería comprobar si la ciudad había cambiado en veinte años, porque tenía que haber cambiado... Pero (ya lo presagió Lorca) seguimos tropezando con nuestro propio rostro en la ciega aurora neoyorquina.
Besos de vuelta.

Anónimo dijo...

oooooooooooooooooooooooolé!(y eso que todavía no lo he leído)P.S.Soy tu compañero Josemi.MIL BSSSSSSSSSSS.Agur

Jesús dijo...

Se me cayó el mito. Eso que tanto os impresiona, me dejó frio.
Llegada al famoso JFK, caótico, que más quisieran que fuera como nuestro "desastroso" Barajas. Guardías obesos como osos panda, sin forma, modales nehandertales (no se si la h va bien ahí). Taxi cochambroso, antipático conductor que busca propina, ¿y a mi quién ma la da?.
Calles abarrotadas de coches y suciedad, luces absurdas y carteles luminosos sin sentido alguno. Rascacielos por doquier, jugando "a ver quién la tiene más grande". Curiosamente a mi amigo Fernando le gustó casi más que ninguno el más simple. El que sirvió de ejemplo a los demás. El que pasa desapercibido. El Seagram.
Del barquito que va a la famosa estatuilla no hablo, parece un carguero somalí. De Chinatown y el metro mejor me callo. Cuánta envidia despierta lo desconocido, sólo visto por la pantallita de casa y cuanta decepción crea al poder verla en persona.
Ni por todo el oro del mundo cambio mi Cibeles por la quinta, sexta o cuadragesimo octava avenida.
Salud y suerte hermano.

Fernando Melero dijo...

Adios Mr. Marshall.
Todos los que hemos nacido en la segunda mitad del siglo XX tenemos una memoria común de imágenes provenientes e inyectadas por los dos medios mas potentes de influencia que hasta la llegada de internet han existido: el cine y la televisión. Sus contenidos,fundamentalmente de origen estadounidense, han conformado el subconsciente colectivo de todas esas generaciones. Para rematar el pastel, todo ello dentro de un sistema económico que determina una sociedad que glorifica y ensalza lo “made in USA” como lo mas in y lo mejor por encima de todas las cosas, amen.
Para la gran masa queda mas guay y mejor decir que uno ha estado en New York que visitando la Alhambra de Granada. New York se convierte en un peregrinaje al paraíso, a la Meca, al centro del universo. Es alucinante por lo patético, ver como cientos de personas flipan absortas haciendo fotos a un Times Square consistente en un puñado de fachadas de rascacielos recubiertas totalmente de inmensas pantallas destellantes de publicidad cual moscas alrededor de una bombilla. Afortunadamente Jesús y yo tuvimos la inmensa suerte de ver lo mejor de aquel lugar cuando inesperadamente se nos cruzaron dos veinteañeras en top less que paseaban alegremente por el lugar seguramente fruto de alguna campaña publicitaria. En ese momento nosotros también tuvimos nuestro orgasmo intelectual viendo aquellas estructuras orgánicas móviles de curvas embriagadoras y elementos gravitatoriamente desafiantes. Aquello si que era arquitectura.
Hay cosas maravillosas y emocionantes que ver y visitar, pero rubrico el comentario anterior de mi amigo Jesús.
Lo que nunca dejará de sorprenderme es la idiosincrasia estadounidense, consistente es ese patriotismo exacerbado que convierte lo absurdo, lo basto, lo carente de clase, lo burdo, etc. etc., en algo fantástico que el resto del mundo admira e imita. Es el único sitio donde me he sentido europeo, pero no por origen sino por las formas, aunque el hecho de hablar solo español sea un hándicap que te sitúa en lo más bajo del escalafón social solo por encima de los homeless.
Por cierto, Nueva York no es Manhattan.

Ester dijo...

Me sorprende vuestra opinión, más que nada porque parece que hemos estado en sitios diferentes, cierto es que la ciudad es sucia y el metro está a años luz del que Esperanzita nos ha plantado en Madrid, probablemente esto sea, como dedujimos allí, que estos yankis no invierten en el bien social sino en tristes y largas guerras en Afaganistán. Sin embargo nuestros taxistas fueron de lo más amables y divertidos, casi ninguno nos “exigió” la propina. Algunos estadounidenses fueron bordes con nosotros sobre todo en la estación, pero ¿es qué en Atocha son todo amabilidad?
Estoy de acuerdo que Times Square es un derroche absurdo de energía, pero también lo tenemos en Europa, Picadilly Circus no difiere demasiado; coincido en que la ostentación del patriotismo roza lo absurdo e irracional, sin embargo en Nueva York están las “Señoritas de Avignon”, allí pudimos ver edificios dignos de venerar con nuestra mirada, no sólo el Seagram, qué me decís del preferido de Luís y mío, el Flatiron Building, o el remate imaginativo que corona el Chrysler Building. Desde luego yo tampoco lo cambio por la Cibeles y mucho menos por la Alhambra, pero creo que hay que conocer Nueva York o como dice Fernando, Manhattan.

Fernando Melero dijo...

Desconocida pero respetada Ester:
La inmensa mayoría de los turistas que visitan NY solo conocen Manhatttan. Su skyline es el icono de toda la ciudad. Es como los ojos o el rostro de una persona, pero ya sabes que hay gente de cuya anatomía solo se salvan los ojos. Como digo, nos lo han mostrado como imagen representativa de la libertad, del progreso, de la modernidad, de la tierra de las oportunidades,... a través del potente marchandising del cine y la televisión, mezclando romanticismo con una base de triunfalismo,
Solo pretendemos ser pragmáticos y desmitificarla, a la vez que reconocemos las cosas bellas que dicha ciudad nos ofrece.
Ya sabemos que los servicios e infraestructuras públicas allí son nefastos por la lógica falta de intervencionismo de la administración, como marcan los cánones del capitalismo económico. Pero lo que nos duele es que en nuestro país, como en el resto del mundo, una imagen cualquiera de esas cosas cutres se tome como algo paradigmático.
Con respecto a Thimes Square, decirte que mi comentario nada tenia que ver con un posible derroche de energía sino de estupidez. Y en cuanto a lo de las cosas maravillosas que en NY hay, a mi entender se debe a la conjunción de dos cuestiones: la primera, que allí está el capital y este todo lo puede, y la segunda, que la falta de prejuicios y conservadurismos históricos propios de la vieja Europa, propiciaron que sus mentes privilegiadas emigrasen allí, permitiéndoseles desarrollar su ingenio, léase pintores, cineastas, arquitectos, científicos, etc.
Me alegra que te gustaran los “tapacubos” del edificio Chrysler y que te hayas dejado fascinar por el estilo beaux arts o historicista del Fuller Building o Flatiron, para no confundirlo con el otro Fuller de la 41-45 East 57th Street. Yo por mi religión triteista (Mies van der Rohe, Frank Lloyd Wrigth y Le Corbusier) no podía evitar dejar de visitar el Seagram y el Guggenheim. Mi compadre Jesús y un servidor, de otra cosa no, pero de líneas y curvas algo sabemos, aunque terminamos quedándonos con las segundas ); por eso, además de los consabidos Chrysler, Empire State y Flatiron, quiero destacar el American International Building en el 70 de Pine Street, de Clinton and Russell, Holton & George. de 1932. ELTrump Building, en el 40 de Wall Street, de H. Craig Severance y Yasuo Matsui, de 1930. El Citigroup Center de Hugh Asher Stubbins Jr.,en el 601 de la Avenida Lexington, de 1977. El Woolworth Building en el 233 de Broadway, de 1913 y diseñado por Cass Gilbert. El One World Wide Plaza, entre la calle 49 y la 50, de David Childs, de 1989. El Chanin Building en el 122 East 42nd Street de Sloan & Robertson. EL Bush Tower en el 130 W 42nd St, de Helmle & Corbett, de 1918. El New York Life Building en el 51 de Madison Avenue, de Cass Gilbert, de 1929. Y mi preferido del art deco neoyorquino, el General Electric Building, en el 570 de Lexington Avenue, de Cross & Cross, de 1931.

Pruden dijo...

!Vaya coñazo de presumidos turistas que no saben a qué carta quedarse!
!Viva Nueva York! !Viva Walt Whitman! !Y viva el café con leche y churros de Lavapiés!

Ester dijo...

Guuuaaaauuuu¡¡¡¡¡¡¡¡¡, me has dejado loca, menudo alarde de sapiencia, con esa lista de edificios, con su emplazamiento, su arquitecto, su fecha de construcción, increíble........., coincido en que las formas que muestra el General Electric Building, en el 570 de Lexington Avenue, son increíbles, monumentales, supremas, África y yo no pudimos dejar de hacerle fotos, sin embargo siento ser tan prosaica y preferir los “tapacubos” del edificio Chrysler, no sé si pudiste visitar su vestíbulo triangular de original exhibición modernista, o las puertas de sus ascensores a cuál más bella.
Me sorprende sobremanera que argumentes que las maravillas de Nueva York sean menos meritorias y, por tanto, según se desprende de tu comentario, menos dignas de admirar por el hecho de haber sido realizadas gracias al capital que allí ha fluido y a las mentes lúcidas que allí emigraron. Por esa regla de tres, tampoco serían meritorias las pirámides de Egipto, hechas en pleno período de esplendor faraónico, las obras sobre las que se asienta la cuna de la cultura occidental de la Grecia y Roma clásicas, o, sin ir más lejos, el apogeo artístico del París de hace cien años, a donde emigraban genios creadores de aquella Europa maltrecha.
En cuanto a la imagen de libertad, progreso y modernidad, tienes razón, es lo que nos han transmitido, sobre todo en el celuloide y eso mismo es lo que nos echaba atrás a muchos a no pisar territorio norteamericano, odiamos como ese país sin apenas historia se le llena la boca cuando hablan de sus logros constitucionales, esos que ya habíamos conseguido en Europa, años atrás, con múltiples Revoluciones, rompiendo siglos y siglos de sumisión social.
Ellos se creen superiores, no hay más que verlo en el video introductorio que te meten en el Capitolio, aunque esto no creo que sea una razón suficiente para no poder dejar de ver no sólo los edificios que tú has mencionado sino sus museos, con todas esas obras expoliadas, pero que allí están y allí hay que ir a verlas, al igual que a Berlín a ver el altar de Pérgamo o a Londres a ver las esculturas del Partenón.
En fin Fernando, no quiero rivalizar contigo en sí merece la pena o no ir a Nueva York, tampoco quiero mitificarla, sólo que creo que es un lugar más de lo tantos que hay que visitar y tengo que reconocer que a mí me gustó, siento que a ti no.
Pruden tienes razón viva todo lo que dices, sobre todo el café con churros de Lavapiés.

Anónimo dijo...

Permitidme que humildemente me introduzca en vuestra conversación.
Todos paréceis saber bastante de la materia. Y habéis estado, al menos una semana, allí. Yo no, aunque después de ver desde pequeña tantas películas, leído tantos libros, fotos, cuadros, oído música, etc. etc. parece que una ya la conoce, incluso que está harta de ella. Pero en fin. New York es ahora, como antes París, como mucho antes Granada, como muchísimo antes, Roma... Y a quién no le gusta dejarse contagiar por el brillo del un faro de Alejandría en el mundo, aunque tenga muchas y variadas facetas, según quién lo mire. De todos modos, tengo que ser crítica en el sentido que que conocer una ciudad es conocer su arquitectura. No sé que poeta decadente francés llevó eso a la máxima de verdad, pero nosotros sabemos que no es así. La ciudad es la gente. La ciudad es el clima humano. La ciudad es el frío o el calor social.
Creo que a menos que uno vaya por un tiempo suficientemente largo como para tener tiempo de aburrirse, no se conoce una ciudad recitando las direcciones, los edificios o visitando los museos. Pero, en fin, menos da una piedra.
Y siempre es interesante tener un tema de conversación que no sea la crisis o el dolor de cabeza, o que de pronto te hayan convertido en el "hombre de las ocho y media"

Anónimo dijo...

Algo más. Si tuviéramos que pensar en una ciudad digna del Gran Hermano, seguro que New York entraría en la lista de posibles candidadas; pues fijaos hasta donde se marchó Orwell para escribirlo.
http://international.visitscotland.com/es/necesito-inspiraction/consejos-de-viaje/argyll/jura-carretera1/

Por cierto la foto de Africa es casi surrealista, todo negro y en medio ¡¡el corazón verde de las tinieblas!!!

Fernando Melero dijo...

A ver Ester, vayamos por partes. Creo que no me has entendido o muy probablemente yo no me he explicado bien. Antes que nada decirte que como arquitecto, cinéfilo, viajero y sobre todo vividor que me considero….me encanta Manhattan, es más, me planteraría vivir allí si no fuera por el frío invernal y alguna que otra cosa no al caso. Si repasas mis comentarios, en ninguno digo que no me guste la ciudad y que no invito a conocerla, al contrario, volveré. Segundo, pido disculpas por si te ha parecido un alarde de petulancia la lista que te he dado de edificios. Quería dejarte claro que hay muchísimas cosas que me gustan, y ya que tu mencionabas edificios, quise dejarte algunas perlas que me encantaron dado que es mi especialidad. Tercero, las causas que enumeré no eran con la intención de menospreciar nada ni a nadie, sino simplemente de constatar unos hechos. Si Mies van der Rohe o Billy Wilder no hubieran huido de Europa y no se hubieran afincado en USA, no hubiéramos podido gozar de joyas como “La Casa Farnsworth” o “El apartamento”. Y la lista de personajes es larga. En EEUU no había prejuicios y todo estaba por hacer, además la pasta de los magnates posibilitaba hacerlo. Por eso y otros motivos nacen los rascacielos y tantísimas otras cosas que solo allí podría darse. Creo que has puesto una entonación a mi discurso que te ha hecho entenderlo de forma contraria. Piensas que lo que pretendo es criticar y denostar una ciudad y decir que no vale la pena visitarla. Obviamente no me has entendido en absoluto. Las joyas que allí hay mas o menos todos las conocemos, por eso, como en cualquier otro destino, las prefijamos en nuestro planing de viaje y las visitamos una vez allí. Unas nos encantan mas que que antes de conocerlas, otras nos resultan indiferentes y otras nos desilusionan. Este último ha sido el caso de Jesús. Claro que a él le ha encantado el Chrysler, pero en general la ciudad le ha desilusionado. No se quien decía que si quieres mantener un mito, no lo conozcas en persona. Por cierto, hablando del Chrysler, lo de “los tapacubos” no era algo despectivo. William van Alen, su arquitecto, se inspiro en los tapacubos de los coches de dicha marca para diseñar tal remate, dándole el toque art deco correspondiente.
Si algo crítico es nuestra sociedad que idolatra todo aquello que de allí proviene, sea de la índole que sea. En cualquier caso, te emplazo a comentar todo esto delante de unas cañas, café o lo que se tercie, acompañados de los conocidos comunes que veo compartimos.

Anónimo dijo...

Qué es un viajero? Solo se conocen las ciudades, Fernando, cuando uno vive en ellas. Y cuando uno practica el turisteo, yo lo he hecho en ocasiones, difícilmente llega a entender uno nada. Las ciudades no solo son bloques de edificios y gentes, y Nueva York es mucho más que el hormigón y el acero con que se hacen. ¿Has vistado el Metropolitan? ¿Has gozado del Moma, de aquel Picasso transterrado al país de la tristeza? Efectivamente, aquel país no está hecho para nosotros, pero son a ellos a quien imitamos ignorantes aquí. Creo que en Badgad, ciudad en la que he vivido durante algunos meses, no hay ningún edificio de Van de Rohe, y sin embargo, aunque nos perturbe y sintamos rechazo por que las mujeres lleven velo, no por eso dejamos de ir a vistarlo, que es la ciudad de la civilización, del surgimiento de la cultura, como la antigua Atenas, que supongo habrás visitado. Y de la que nada queda, aunque algo permanezca de todo eso, que es precisamente lo que le hace ser una ciudad especial. Quien va a Estados Unidos sabe dónde va, como quien visita el Kilimanjaro, que no espere encontrar los espectáculos de Broadway. Datos sobre nueva York los hay a porrillo en internet, solo hay que buscar. Sinceramente, no me han impresionado tus conocimientos sobre arquitectura. Pero me da la sensación de que solo has visitado edificios en la gran manzana. Y hay más: ese es también el Nueva York de Capote (¿lo has leído?) y la américa profunda de Faulkner. ¿Cuántos días has estado allí? Lo suficientes como para ver solo edificios. Nos invade el antiamericanismo, pero también tenemos que mirarlos con envidia. Ellos son aquello y nosotros tenemos que saber mirar a los demás para conocernos a nosotros mismos.

Respecto de los comentarios de Jesús: qué duda cabe de lo hermosa que es la Cibeles, pero por favor, no caigas en lo mismo que caen los yankis, el pensar que como lo suyo no hay nada.

Y me engancho a los comentarios de Ester. Estoy de acuerdo con ella al 100 %. Merece la pena visitar los Estado Unidos. Con la mente abierta y sin perjuicios ni prejuicios. Sin más: también tienen cosas que enseñarnos: como Calcuta, ciudad que visité por trabajo hace unos años. Su miseria nos produce un conflicto espantoso pero La India posee algo extraño y bellísimo. Y cuando vamos allí no nos quejamos de que los baños públicos sean repugnates. Sabemos que estamos allí y que aquello forma parte de la idiosincrasia del país.

Y perdonadme: no entiendo, yo que soy lector de este blog y no suelo participar, ¿cómo es posible que con los post tan interesantes que tiene este haya suscitado tanta polémica? Literariamente, tampoco es el mejor de su autor a quien aprovecho para saludar.

Fdo. Bruno.

Fernando Melero dijo...

Para definir y conocer una ciudad tendríamos que hacerlo largo y tendido desde el punto de vista físico, morfológico, logístico, sociológico, psicológico, y un largo etc. disciplinas todas ellas que abarca por otra parte el urbanismo moderno. Por lo tanto, Bruno, créeme que sé muy bien lo que es una ciudad, mas si he estado en ella.
Mi querida abuela, nacida y fallecida en Madrid, conocía su ciudad mejor que la inmensa mayoría de nosotros y su analfabetismo no le impedía recorrer y conocer sus calles y gentes de cabo a rabo, sabiendo dar una indicación mejor que el google maps con parada de metro y bus incluidas, y en su vida visitó pisó el museo del Prado. Ella podría haber hecho una crónica de Madrid mejor que muchos de los que se jactan de haber leído a fulanito o a menganito, o visto cualquier obra de arte en cualquiera de nuestros museos.
Si quizás fueras una dama, llegado el caso y tête a tête, tal vez me lo replantease, pero no tengo ese grado de inseguridad y estupidez que me haga caer en el absurdo de intentar impresionar a alguien que desconozco y menos con una parte tan nimia de mis conocimientos y encantos. Si tú lógicamente no te has sentido impresionado por mi, te diré que yo en la misma medida no me he sentido insultado por tus comentarios sobre cuantos días he estado allí o lo de buscar datos en internet, o si he leído a Capote, etc. etc. Uno es mas grande no por los amigos que tiene sino por la calidad de sus enemigos y no es el caso.
Creo que he dejado perfectísimamente claro en mis anteriores comentarios muchas cosas que me gustan y dos o tres que me disgustan de la susodicha ciudad sin necesidad de cabriolas lingüísticas horteras ni de alardes intelectualoides.

Jesús dijo...

Hagan juego señoreeees, ¿quién da más? Por cierto en los casinos de Las Vegas ya no se dice nada de esto y las tragaperras ya no escupen monedas. Funcionan con tarjetas. Otra desilusión.
Besos para todas y todos.

Javier dijo...

Creo que en todo eso de que NY decepciona no hay antiamericanismo, como alguien decía. Pudiera ser más bien, (y que me perdone mi amigo Jesús) una pose algo esnob de quienes pretenden destacarse de la fila al no dejarse impresionar por lo que al común de los mortales nos fascina. Al menos yo lo veo así, y perdonadme si estoy equivocado.
Por cierto, lo de las máquinas tragaperras de Las Vegas sí que me hubiera decepcionado.
Saludos.

Pruden dijo...

En fin, Luis, te felicito por la cantidad de comentarios que ha traído tu viaje e impresiones de Nueva York. Reconozco que la capital del imperio nos interesa más, o nos da más que hablar, que Lavapiés y tus orígenes.
Claro, es que ya los conocemos mejor. Y eso que tu estética narrativa es la misma de fluida y bella y personal desde la primera entrada.
Salud para los dos

Anónimo dijo...

Luis, no me puedo creer que estuviéramos en Nueva York juntos... Yo me acababa de casar y estaba de luna de miel ya hora leo que tú estabas allí... ¿Y si nos hubiéramos visto en el 135 de Riverside Drive?
Tout va bien...
Besos!
Marcelo Soto