jueves, 2 de agosto de 2007

AUTOBIOGRAFÍA (XXXII) - París y las almendras.


(fotografía: archivo familiar)

Esta foto está llena de ternura. O al menos es así cómo la miro, traída desde los años sesenta, todavía en blanco y negro, y en la que mi otro hermano, Jesús, sonríe igual de expansivo que lo hace todavía. La fotografía está tomada en la casa de mis padres, aquel piso que costó algo más de cien mil pesetas en el extrarradio de Madrid. El retrato muestra una felicidad inocente y contagiosa, quizás porque Jesús ya era el mismo que ahora. Y aunque en Madrid no hay mar, lo recuerdo con este cartoncito, porque lo vi por primera vez en San Sebastián con él, después de un viaje torpe y lento en los trenes de hace casi veinte años.

Más tarde, pero no mucho, también montaría en avión en su compañía, y después tomamos cerveza en Berlín y Praga, y paseamos por Oxford Street y por el Soho. Tomamos café en el Café de Nueva York, de Budapest, y en Viena y Salzburgo escuchamos música y fotografiamos el Danubio cuando atardecía. Amán nos pareció polvorienta, y Petra una clara muestra de que se puede atravesar el tiempo sin necesidad de ejercer la memoria.

Este niño de la fotografía también anda a revueltas con su trabajo (como cualquier persona inteligente y sensible). Le cuesta la monotonía y el aburrimiento, porque prefiere Iguazú a los somníferos rumores de una oficina, o buscar en los mapas lugares adonde huir, porque las huidas siempre tienen algo de sueños por cumplirse.

A veces no es feliz, me consta. Pero quien lo es a todas horas, sabemos los dos, es un imbécil a jornada completa, porque la felicidad es el estado utópico de los ignorantes, y los “felices” son ficciones petulantes que no saben mirar con acierto muchas cosas del mundo que amargan, como algunas almendras. Tampoco se congratula con el tópico “así es la vida” y se rebela.

Por lo demás, yo le explico que París es la ciudad más hermosa del mundo, porque él aún no ha estado allí, en ese remoto lugar tan cerca de su casa. Y se lo digo porque desde el Sacré Coeur se ven las cosas de otro modo.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Entrañable este texto, Luis, sobre todo porque conozco de buena tinta la realidad que se cuenta. Sin embargo, me atrevo a apuntarte que otros relatos me parecieron más intensos y provocadores, quizás porque en este te has dejado llevar por la emoción que te produce el recordar París. Cuándo volvemos?

Anónimo dijo...

Si, soy yo, el de la foto, el que me conoce se dará cuenta de que no se me ha caido el pelo con el tiempo si no que he tenido siempre el mismo.
Sabía que llegaría este momento y no por conocido menos angustioso. Sabeís que no me gusta que me hagan fotos pero en descargo del autor diré que me pilló sin defensa alguna, obvio ¿no?
Gracias por esa descripción tan benévola que has hecho de mi. Un beso.

Berenice dijo...

Curioso... leia tu texto en que hablas que la felicidad no puede existir 24 horas al día ( sería de necios.. estoy de acuerdo), y que puede compararse a las almendras.. pues lo leí comiendo almendras, no te lo vas a creer, y me ha parecido una metáfora inspirada..

Anónimo dijo...

me encantas una vez mas!!! que bonito!! leerte es viajar con tus sueños y, a mi, me parece precioso que nos dejes compartir ese lado tuyo mas emotivo y hasta sentimental, si quieres!!!
esperando octubre!!!jejeje

Anónimo dijo...

Querido Luis:

Mi fama de tocapelotas plomazo sabelotodo con gafas me precede y por eso permíteme hacerte unos comentarios.

El primero es que creo que tu hermano Jesús te va a dejar sin cúpulas gonadales dada su nimia afición a ser retratado y aún mas expuesto al gran público. Bueno te salvara el hecho de estar vestido.

En segundo lugar me ha llamado poderosamente la atención que en ese periplo de lugares que destacas haber compartido juntos, no aparezca Petra o vuestra experiencia conjunta melena al viento recorriendo a 140 km/h el desierto del Wadi Rum cual Lorences motorizados. Imagino que en ese momento de tu escritura sufrirías un ataque lascivo con alevosía y nocturnidad por parte de la bella África el cual provocó que tus neurotransmisores fallaran. Yo soy un devoto dionisiaco y se de lo que hablo. Aunque quizás y a lo peor no guardas buen recuerdo de aquel viaje.

Comparto contigo tu comentario sobre la belleza de Paris. No se si será la mas bella del mundo. Quizás es que me jode promover el chovinismo de los franceses. En mi caso la empatía por dicha ciudad viene por un lado promovida por ser uno de esos pocos especimenes raros que no estudiaron ingles sino francés hasta el instituto; y por otro, el hecho de visitarla en pareja, que quieras que no, marca la parte del topicazo romántico. Aún así, puestos a soñar, reconozco que siempre me hubiera gustado ser un niño bien de los que pudieron disfrutar de su esplendor en los años 20 y tomarme un café en el cartier latin junto con Freud, Einstein, LeCorbusier y otros tantos que por allí danzaban además de la bella Otero y Joséphine Baker.

Pero tranquilo que yo ya tengo encarrilado a tu hermano y me lo voy a llevar a contar roblones a la Tour Eiffel.

En cuanto a la felicidad te diré que a pesar del pragmatismo y racionalismo que me caracterizan, tengo otra parte de mi llamada sensibilidad que aunque no la conozca el respetable me caracteriza aún mas y me hace negar que esos momentos se deban a un subidón de serotonina.

Por ultimo, y aunando esos dos temas de ciudades bellas y felicidad, te diré que Jesús y yo compartimos un momento o esperiencia en un lugar que poca gente visita en la ciudad de Praga. Se trata de un pequeña terraza que esta en el parque de Petrin, al borde de una verde ladera desde la cual placidamente sentados tomando un refresco y una cerveza fresquita, se nos ofrecía una maravillosa panorámica de aquella ciudad. Lo curioso del tema es que veníamos de visitar la replica que de la torre Eiffel parisina allí mismo se encuentra.

Anónimo dijo...

Veis como soy un bocazas...

Efectivamente si hacías referencia a Petra y Amán.

Pido perdón y me someto a linchamiento público. Lo de criarme en frente de un colegio de pago no sirvió de mucho. Solo teneis que ver mi ortografía.

Enfin, que las prisas no son buenas para nada además de que creo que nunca me termiré de acostumbrar a leer por internet, siempre termino imprimiendolo todo.

Denuevo pido perdón.

Anónimo dijo...

Encantador hermano, encantadora fotografia y también encantador tu comentario. Dile a Policeman (¿ese es su sobrenombre) que sigua igual.

Anónimo dijo...

Sin embargo, querido Luis, por más ternura natural que imponga la foto, yo conocí a Jesús en Talbania, teniendo él ya la edad de los erizos, y esa es la cualidad más inmediata y expansiva que recuerdo suya: la ternura.

El búho rojo dijo...

Una descripción entrañable llena, sin duda, de mucho afecto

Un abrazo

Prudencio Salces dijo...

¿Cuándo vas a escribir la próxima entrada?

Anónimo dijo...

Te he encontrado en un blog sobre la peli "Paris, je t'aime" (maravillosa en algunos momentos). Yo me he fijado en los tejados de París y son fantásticos. Estuve allí 8 dias el año pasado y cada vez q veo alguna foto o alguna película ambientada allí empiezo un nuevo viaje astral/mental. Q te parece pasear por Montmartre al atardecer o a cualquier hora del dia?
PD: Ah! Fernando Melero: fui sola y no por ello esa ciudad es menos bella.
Bonito blog!